El Cristo de La Habana
Para quienes se complacen con pasear por el malecón habanero y sentarse a contemplar el conjunto histórico y armónico del Morro-La Cabaña o simplemente con observar la entrada y salida de los barcos no se escapa de la vista la monumental figura del Cristo de La Habana, el mismo que sufriera los azotes de tres rayos pero que aún podemos disfrutar de su presencia.
Gracias al tesón con que esa gran escultora Jilma Madera lo restauró ante cada intensión del tiempo, que tres veces se empeñó en destruir la escultura que fue inaugurada el 25 de diciembre de 1958, precisamente en la garganta de
Jilma buscó para la creación de su obra, el mármol de Carrara, Italia por la blancura y características, lo cual le imprimiría a su estatua, firmeza humana y vigor. Esta escultura de quince metros de alto, situada sobre un pedestal de tres metros, en una colina situada en el municipio de Regla, entre el Instituto de Meteorología y la fortaleza de San Carlos de
Su autora concibió esta escultura como un líder que se anticipó a su época, creadora de una nueva doctrina, de convivencia fraternal y amor entre los hombres. Refiere la escultora que no lo vio como un angelito entre nubes, sino con los pies firmes en la tierra, que quiso dar a través de el la fuerza que lo colocaran al lado de los pobres de la tierra como dijera el Héroe Nacional José Martí.
Este Cristo se encuentra firme y vigilante en la garganta de
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