El traductor
Recientemente conocí
a Yaile, ex alumno de mi hermana, este me
hablaba con mucha emoción de su papá. Mi curiosidad despertó, la indagación fue
más allá de lo que esperaba. Un documental me daba rspuesta. El Documental lo vi con toda atención y es un digno homenaje al Che y a su traductor.
Hoy, me llega este
trabajo de la colega Nuria Barbosa, la cual pongo a disposición de ustedes para
así, me sumo al modesto homenaje al Che y a un
hombre que lo conoció.
El
traductor
Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y
Radio Habana Cuba
El congolés Freddy Ilanga
Yaité, bastante joven en la década del 60, participó en las guerrillas africanas
con la aspiración de independizar a su país de la metrópoli francesa.
Le llamó la atención la piel
blanca del jefe, los ojos muy negros en contraste con su cabello de igual color,
el acento latino, las historias de otro continente, el andar con una boquilla de
mate entre las manos y el desafío al asma constante.
Freddy aprendió algo del
idioma español y por eso lo designaron como el traductor. Lamenta no haber
confiado más en el Jefe desde el inicio, pero en su niñez y juventud aprendió
que los hombres blancos llegaron a África a saquear, invadir territorios,
dividir tribus, desterrar familias, perseguir, matar y asesinar con el propósito
de acumular riquezas con lo valioso del continente negro.
Sentía un gran respeto por
el Jefe, todos los miembros del grupo acataban sus órdenes sin miramiento alguno
y hablaban de él con honor y admiración.
Una noche se avecinaba una
tormenta, la orden fue proteger todos los equipos, armas, medicinas y que cada
cual hiciera su trinchera con los medios a su alcance.
Fredy no tenía otra protección que sus propias ropas, ni
siquiera un nylon o una sábana por lo que se enroscó en la tierra cerca de unos
arbustos, en medio de la oscuridad rezando a sus ancestros y recordando una cena
familiar.
Escuchó un ruido, como de
unas pisadas, su reacción fue encorvarse más para no ser visto, entonces una voz
en español le dijo:
--¡Soldado! Diríjase a la
jefatura y recuéstese en mi cama.
Reconoció inmediatamente al
jefe y la orden fue cumplida al instante. Penetró entre los arbustos que hacían
función de casa, en breves minutos se echó en el rústico mueble que sólo poseía
algunas telas como colchón, sintió calor y quedó dormido al instante.
Al despertar, al otro
extremo de la cama, sintió la respiración asmática de aquel hombre que luego de su recorrido por
todas las posiciones de la tropa, durmió algunas horas compartiendo con un
subordinado su única prenda valiosa, una frazada.
Del Che, además, conservó el
grato recuerdo de influir en la decisión de estudiar en Cuba, convertirse hasta
su muerte en el año 2005 en Especialista en 1er Grado en Neurocirugía Pediátrica
y trabajar durante toda su vida en el
habanero Hospital Infantil “Pedro Borras Astorga”.
Anécdota narrada por el Dr.
Hiram Sánchez Bared
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