Mi sueño se cumplió, me hice maestra
Texto y foto: Beatriz Menció
Maita, la profe ya no está activa en la enseñánza ante un aula, pero su casa se encuentra abierta para los alumnos que de ella  necesiten el repaso, la aclaración de dudas oportuna. Ssiempre dispuesta. Ahí está. Hoy  desempolvo esta entrevista porque, su ejemplo perdura.
Consagrada      a la enseñanza primaria desde temprana edad a Antonia Román, cariñosamente       Maita, la maestra de la calle Perdomo, le gustaba jugar a ser maestra.     
     Como cualquier niña, en sus sueños estaba el hacer realidad      sus juegos y que sus muñecas de papel  se convirtieran en niños y niñas a      quienes pudiera enseñar, instruir, educar.
Desde muy pequeña estudia con devoción, se prepara no solo para aprender la lección del momento; participa en concursos y casi siempre obtenía los primeros lugares. Concluye los estudios primarios en el años 1945 en la Escuela Máximo Gómez del municipio capitalino de Regla, con notas sobresalientes y es precisamente en ese momento cuando sus deseos se ven truncados. Nos cuenta:
     - Cuando termino mi estudios primarios, por las altas      calificaciones, el director de la escuela le propone a mi papá que, con un      maestro particular me prepararan para ingresar directamente en la Escuela      normal para maestros. Pero esa ilusión quiebra por que la situación      económica y política de aquellos años 1945 hacen imposible que mi padre me      comprara los uniformes y materiales de  estudio; por ello me dice: “Ni lo      sueñes, tú eres hija de un ferroviario, un obrero, tengo que mantener a      cinco hijos y no puedo pagar los estudios…”
    No obstante, a los 16 años formé una escuelita particular en mi casa para      dar clases a aquellos que tenían  bajos ingresos y en vacaciones ayudar a      los alumnos con dificultades. Cobraba 20 centavos semanales para pagarme mi      estudios de mecanografía y prepararme como profesora de inglés.
Con el triunfo de la Revolución y los nuevos programas que se proponía nuestro líder, hoy Comandante en Jefe Fidel Castro, fue que pude hacer realidad mis fantasías de niña, cambié alumnas de papel por niños y niñas verdaderos. Comprendí que mi participación como activista en la clandestinidad no había sido en vano.
     Esta mujer de 74 años de edad comenta que a principio de la      Revolución fue maestra voluntaria, después maestra popular, alfabetizó a una      vecina de la cuadra por no poder incorporarse a las Brigadas de      alfabetizadores tenía ya dos niños pequeños.
    Y continúa explicando con cara de alegría como si esos momentos los viviera      nuevamente:
-A partir de entonces fue que tuve la posibilidad de estudiar porque ahora las aulas sí habían llegado a todos los rincones y para todos. Hice un curso intensivo en la Escuela Formadora de maestros Primarios Salvador Allende. Continué preparándome para alcanzar la licenciatura; todo ello fue incorporada a la escuela primaria Antonio Maceo de Regla.
He trabajado todos los niveles de la primaria, mi pequeña nieta Gaby, cuando empezó la escuela, me dijo: “Abuela, tú no me puedes repasar las cosas de preescolar porque nunca has sido maestra de preescolar .” Durante todos los años que trabajé mantuve círculos de interés pedagógicos con mis alumnos. Soy muy martiana; formé la cátedra, no solo para que los estudiantes conocieran más a nuestro Héroe Nacional, sino para que aprendieran a amarlo, admirarlo. Incentivé a los muchachos en el estudio, la investigación y para que enseñaran a sus compañeritos de grados inferiores la vida y obra del Maestro. El trabajo desarrollado en este sentido llegó a ser reconocido a nivel nacional.
Cuando Maita rememora, lo hace con un brillo muy especial en sus ojos, como si estuviera viviendo nuevamente esos momentos y le vienen muchas anécdotas y recuerdos a la mente que quiere decir a la vez. En ese enredo de recuerdos, nostalgias, alegrías y satisfacciones, le asaltan tres que le dejaron bien marcada.
Dice sentirse muy orgullosa cada vez que ve a alguno de aquellos niños que fueron sus alumnos, hoy convertidos en hombres y mujeres de bien, como lo es su médico de familia Joel González Coto-Bravo. Con orgullo cuenta que uno de los ginecobstetras que estuvo en el nacimiento de su nieta pequeña fue discipulo suyo, Jordy Brito y este es hijo de un simple obrero de comunales.
     Comenta cómo un día sentada frente al televisor ante la      primera graduación de maestros emergentes, para ella fue muy emocionante que      precisamente el primer expediente de esa graduación fuera una de sus      alumnas, Nayelis Martínez Hernández y agrega:
    ”Con gran satisfacción  hablo de Nayelis porque es fruto  de esta      Revolución, porque formé a una futura maestra y en ella me veo reflejada,      porque si yo hubiera tenido su edad, tampoco habría vacilado en dar el paso      al frente ante el llamado de la Patria y el Comandante en esta nueva batalla      que  afrontamos. En mi tiempo de joven, vendí proclamas y ayudé a la      clandestinidad. Hoy, las tareas son otras; los tiempos cambian”.
   
    -Apesar de sus años esta maestra consagrada, amante de la naturaleza,      militante del Partido Comunista de Cuba, desde hace 30 años, se mantiene      activa porque para ella pese a estar jubilada por enfermedad, no hay      domingos ni día entre semana  en que alumnos de hoy o de ayer vayan a su      casa a una consulta de cualquier materia, como dice: “… constantemente ayudo      a la nueva generación…” después trabaje dos cursos más y todavía me siento      útil.
     Con amor guarda gallardetes, medallas, condecoraciones,      porque fue Vanguardia Nacional por cuatro años consecutivos, y también de la      provincia, luego la declararon Hija Ilustre de Regla.
   
    Cerrando esta conversión le pregunto si le quedaba algo por decir y con la      rapidez de un relámpago y sin vacilación alguna agrega:
“Amo a la naturaleza, las obras justas, la Revolución; me siento orgullosa de haber tenido la vida que tuve respecto a mi profesión y ese era mi delirio ser maestra; y haber logrado mis sueños de enseñar, educar.

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